¿Cuántas cosas podéis nombrarme relacionadas
con la saga de Star Wars? ¡Tiempo!
A ver… tres películas, seguidas de otras tres
en forma de precuela, y cómics, y muñecos, y papelería, y moldes para tartas, y
tartas, y ropa, y llaveros, y varias películas televisivas semi-oficiales, y
sábanas, y pósters, y otras nuevas tres películas, esta vez como secuelas, y
rumores de otra nueva película que ya no sabemos si va antes, después o en
medio de las anteriores, y disfraces, y nuevos muñecos de nuevos personajes, y
delantales de cocina, y Legos, y abrelatas, y… En serio, ¿hay algo fuera del alcance
de esta saga? ¿es o no la marca registrada más sobada del mundo?
Todo un arte, el de George Lucas, para rentabilizar una idea que nació allá por los años 70 y convertirla en toda
una franquicia, a la que llaman, de hecho, “universo expandido”. Un nombre
apropiado para algo que se considera ya como parte de una cultura.
Sí, parte de nuestra cultura. Es decir, es
una de las características que definirán nuestra generación cuando se hable de
nosotros dentro de muchas décadas. Pero, volviendo al presente, ¿y qué decir de
la pasta? El chicle económico de Star Wars parece no tener fin. Es la
rentabilidad infinita de una idea que se estira, y estira, y estira.
Yo, la verdad, no me siento ni me he sentido
nunca como parte de la generación Star Wars. La saga original me queda muy
atrás, y la nueva, diseñada para captar los cerebros de la nueva generación, me
ha pillado ya muy mayor. Pero sí formo parte de otra generación que está
demostrando ser igual de pegajosa socialmente que La Guerra de las Galaxias, y
es, como no, Harry Potter.
Siete libros, ocho películas, tres
mini-libros más, nuevas ediciones, edición de adultos, edición en colores
brillantes, edición ilustrada, merchandising de todo lo imaginable y más,
tiendas exclusivas y hasta un parque temático. Un chicle tremendamente bien
estirado del que siguen tirando: con el reciente estreno de la primera parte de
una nueva trilogía (¿por qué una, si pueden ser tres?) cinematográfica,
basada en el mini-libro “Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos”, y una obra
de teatro.
Una obra de teatro que dura DOS días.
Y un libro con el guion de dicha obra de
teatro.
Y un consiguiente destrozo de mi universo
mágico particular.
¡Qué horror! ¡Qué sacrilegio! ¡Qué
mancillamiento! ¡Qué insulto! ¡Qué atrevimiento de los autores! ¡Y qué decir
de LA autora! Mon dieu…
Pues no. Pues no me ha gustado nada. Harry
Potter y el Legado Maldito es un insulto de libro-guión-obra escrito sin
respeto ni criterio, que cree tener una buena idea para seguir una historia (y
vale, no es una historia tan mala) que se sabe que lleva ya enganchada a
millones de seguidores, pero que no tiene ninguna lógica ni coherencia con la
historia original.
*SPOILER/DESAHOGO-INDISPENSABLE-PARA-LA-SUPERVIVENCIA-DE-ESTA-QUEJICA:
En serio, con los nuevos personajes se puede hacer lo que se quiera, pero los
antiguos no pueden, de repente, ser tan, tan diferentes en su fondo, ¡por mucho
que hayan pasado 20 años!
No me parece mal que se cree una nueva
historia, ¡pero no se debe alterar la antigua! (y no me refiero a los viajes en
el tiempo, reversibles a fin de cuentas). *FIN DEL SPOILER/DESAHOGO INDISPENSABLE.
Y es que, en el fondo, lo que
más duele es que el tomo lleve la bendición de la autora. Una bendición
escrita, firmada, en la propia contraportada. Una cosa es ceder derechos y otra
amparar algo tan lejos de la literatura formal original.
Qué destrozo, qué dolor.
Y qué soledad. ¿Soy, de verdad, la única que
se siente traicionada?
Posdata de la vergüenza: En mi interior, reconozco que disfruté mucho de la pelicula Animales Fantástico... Shame on me. Supongo que se trata de dejar marchar una parte de la infancia de muchos, de ceder el control sobre un mundo que era muy nuestro... ¿no es así?
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